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La taxonomía de Bloom

Una herramienta educativa para crear conocimiento

La educación es fundamental para el avance de la sociedad. Desde siempre ha habido una tendencia a enfocar el aprendizaje casi únicamente en el contenido y en la transmisión de conocimiento, fomentando en los estudiantes habilidades puramente receptivas que incluyen repetir, reproducir y recordar.

Está demostrado que desde edades muy tempranas, el cerebro humano  es capaz de establecer relaciones causa-efecto, deducir, argumentar e incluso generar ideas propias. Partiendo de esta premisa, queda demostrada la importancia de redirigir la educación en el desarrollo de estas competencias: capacidad de análisis, crítica y generación de nuevas soluciones en nuestro mundo VUCA.

A finales de los años 50 del siglo pasado, hubo una corriente en los EE.UU que tenía especial interés en analizar cómo se aprende y cómo se evalúan estos aprendizajes. Se llegó a la conclusión de que no todas las acciones cognitivas tenían la misma complejidad: no era lo mismo recordar un dato que analizarlo.

Fue así cuando en 1956, Benjamin Bloom, y bajo el objetivo de facilitar la evaluación del nivel de conocimiento adquirido, jerarquizó los procesos cognitivos en base a si requerían de un procesamiento más o menos complejo. De este modo se hacía una clasificación de los diferentes objetivos a lograr en la educación en base a  los tres ámbitos educativos que también definió: el cognitivo, el afectivo y el psicomotor. De estos tres ámbitos, fue el cognitivo el más trabajado y el que en cierto modo, dio nombre a la famosa “Taxonomía de Bloom”, y por lo tanto en el que nos centraremos en este post.

El nivel cognitivo hace referencia a cómo procesamos la información y a las capacidades y habilidades intelectuales que se ponen en marcha en el manejo de esta información. Los niveles descritos por Bloom  de menor a mayor complejidad son los siguientes: el conocimiento, la compresión, la aplicación, el análisis, la síntesis y la evaluación. Se trata de un proceso evolutivo que el estudiante debe ir escalando:

  1. Conocimiento. La más básica de sus capacidades y la que menor procesamiento requiere. Se trata de recordar lo previamente adquirido.
  2. Comprensión. Es necesario entender lo aprendido. El segundo objetivo en este proceso evolutivo es el de ser capaz de transformar la información que nos llega en algo que podamos interpretar.
  3. Aplicación. No es lo mismo saber y entender qué es una división que hacerla de manera práctica y cuando se necesita. Debemos aprender a emplear prácticamente aquello que hemos comprendido.
  4. Análisis. Llegar a ser capaz de abstraer el conocimiento de una situación en concreto para distinguir qué la configura y permitir su aplicación en otros ámbitos. Continuando con el ejemplo de la división, en este nivel deberíamos ser capaces de comprender que podemos realizar la división en un problema determinado y por qué eso es correcto.
  5. Síntesis. Es uno de los objetivos cognitivos más complejos ya que no solo supone trabajar con la información aprendida sino también incorporar otros elementos. Dicho en otras palabras, combinar toda la información recibida para crear algo diferente.
  6. Evaluación. La punta de la pirámide: emitir juicios en base a un criterio u opinión fundamentada.

En el año 2001, antiguos estudiantes de Bloom revisaron la Taxonomía de su maestro y actualizaron las seis categorías del nivel cognitivo por las siguientes (en orden ascendente): recordar, comprender, aplicar, analizar, evaluar y crear, siendo este último nivel el equivalente al que Bloom había denominado como “síntesis”.  Con esta actualización, “crear” es el nivel máximo de la jerarquía y hace referencia a la producción y nuevas aportaciones del estudiante.

Cualquier metodología que se base en esta teoría va más allá de la simple memorización o compresión pues se conseguirá que los alumnos dejen de repetir, reproducir y recordar, y que utilicen el conocimiento como una herramienta para resolver problemas, construir y generar nuevo conocimiento.

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