4637861224.8dd5717.6ca74e71b31b42d88d140107a017c494

‘Slow life’: Cuando vivir más lento es vivir mejor

No es una moda ni una tendencia al alza: parar, tomarse un tiempo, respirar y paladear el día a día tiene grandes beneficios para nuestra salud.

Dice Víctor Küppers, conferenciante y formador, que “vamos por la vida como pollos sin cabeza”, corriendo para llegar antes. “¿Antes de qué o que quién?”, se pregunta Küppers. Antes. Solo antes…

Muchos son los que apuestan por levantarse antes del amanecer para hacer más cosas, otros van en transporte público para poder trabajar más y algunos aprenden a gestionar su tiempo para hacer más cosas. Más y más, pero más rápido. Frente a este frenesí diario, cada vez más personas reivindican la pausa, el respiro, la lentitud o el sosiego como forma de vida. Se trata de una corriente que escapa de la prisa, del ‘pero ya’ y del ‘ahora mismo’ imperantes. Los que apuestan por una vida lenta o slow life están a nuestro lado, pero a distintas revoluciones. Y eso no quiere decir que hagan menos o que su aportación a la empresa, la familia o a su entorno más cercano sea menor. Quienes apuestan por esta filosofía de vida han decidido sacarle chispas en todos y cada uno de sus campos. Eso sí, más despacio para sentirlo todo mejor. Algo así como viajar en tren o en velero, dejando ‘atrás’ el hyperloop o los aviones supersónicos.

Para muchos, el padre de la ‘slow life’ es el periodista canadiense Carl Honoré, autor del libro In Praise of Slowness o “Elogio de la lentitud” (2004). Tal vez su frase más popular sea “en un mundo adicto a la velocidad, la lentitud es un súperpoder”. Y es un poder que viene de serie, pero que con el tiempo vamos perdiendo. Para este escritor, “lo peor de una vida ‘fast’ es que cada experiencia la vivimos superficialmente, mientras que el movimiento ‘slow’ propone vivir con plenitud cada momento”.

Paladeando la vida

Mucho ha llovido desde la publicación de este libro, pero la esencia se mantiene casi 20 años después. Quienes optan por esta ‘slow life’ eligen una lentitud consciente, un paladeo de la vida que les permite ser plenamente conscientes en cada segundo de esta. Y en este punto, esta vida lenta se entronca con un concepto ganador en nuestros días: el mindfulness. Frente a las experiencias desbocadas, el aquí y ahora; contra las aficiones de masas, los pequeños placeres de la vida; en las antípodas del turismo devastador, las experiencias únicas…

«La ‘slow life’ no va de hacer menos sino de hacer más con un mayor enfoque y propósito, a la velocidad adecuada. Se trata de disfrutar más cada momento, poniendo más energía y diversión en menos cosas», explica Laura Malloy, directora del Successful Aging Program o Programa de Envejecimiento Exitoso. Malloy trabaja en el Instituto Benson-Henry de Medicina Mente y Cuerpo, afiliado a la prestigiosa Universidad de Harvard. Para esta investigadora, lo más complicado es «dejar atrás la rutina del ajetreo cuando has estado en ella durante tanto tiempo. Un aspecto de la vida lenta es que te ayuda a evaluar qué es importante, qué nos ofrece mayor placer y a qué deberíamos renunciar. Te enseña a valorar la calidad sobre la cantidad«.

Desde el Instituto Benson-Henry han realizado investigaciones científicas y han conseguido demostrar que una vida lenta es una vida sana. O por lo menos, mucho más sana que una vida a mil por hora. Desde reducir el nivel de estrés a la presión arterial, pasando por mejorar las interacciones sociales. Los beneficios son muchos. “Además, la vida lenta fomenta una mayor conciencia del entorno y de cómo se mueve nuestro cuerpo, por lo que es menos probable que demos pasos en falso que puedan causarnos lesiones. Estar más atentos, a su vez, ayuda a mejorar la concentración y la memoria a corto plazo”.

Diez claves para una nueva vida ‘slow’

  1. No necesitas grandes cambios para adoptar un nuevo ritmo de vida. Simplemente proponte ‘levantar el pie del acelerador’ y disfrutar del aquí y ahora.
  2. Incorpora rutinas diarias que te permitan ralentizar tu día a día: desayunar sin prisa, ducharnos agradeciendo las sensaciones de las que medio mundo no disfruta…
  3. Saborear los alimentos como si fuese la primera vez que los comemos. Si la mente se escapa y no logramos lo que los expertos llaman atención plena, sed indulgentes. Estamos aprendiendo y solo tenemos que reconducir, con amabilidad, nuestros pensamientos.
  4. Caminar por un parque, un bosque o en contacto con la naturaleza, sintiendo sus sonidos, olores y sensaciones.
  5. Escuchar música que nos haga felices.
  6. Utilizar el teléfono móvil solo cuando realmente lo necesitamos: no hacer llamadas ‘basura’ para rellenar huecos en la agenda ni revisar continuamente nuestras redes sociales o el correo.
  7. Programar o agendar desconexiones de 15 a 30 minutos al día para relajarnos y dejar que la mente divague.
  8. Reconectar con nuestra vida social, con nuestros amigos y familiares, con las personas que nos quieren y a las que dedicamos poco tiempo. Ellos también merecen un hueco -y bien grande- en nuestras agendas.
  9. Proponernos conocer un lugar nuevo cada x tiempo y disfrutar de la comida de ese lugar, hablar con desconocidos, perdernos por lugares únicos que jamás habíamos visitado.
  10. Y por último y más importante, olvidarnos de hacer dos o más cosas al mismo tiempo. El concepto ‘multitask’ es el mayor enemigo de esta nueva y maravillosa vida.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.