Hasta hace no tanto, el mundo de la cocina no tenía ningún prestigio social ni glamour. Lo mismo ocurría con los cocineros, que eran casi desconocidos para el gran público. Ha sido necesaria la conjunción de una serie de factores para que la gastronomía haya alcanzado el reconocimiento internacional del que goza hoy en día. Los viajes han jugado –y lo siguen haciendo- un papel crucial en el desarrollo de este oficio.
El boom culinario que estamos viviendo en los últimos años se debe en gran parte a la influencia que han tenido los viajes y los intercambios que estos han permitido en el mundo de la gastronomía. Además, suscita el interés de cada vez más personas que viajan motivadas no solo por un tipo de cocina, sino por todo lo que la rodea.
El viajero gastronómico suele estar informado con publicaciones de referencia como la guía MICHELIN o la revista británica Restaurant. Además, puede recurrir a Internet y visitar webs, blogs y foros especializados o tener presencia en las redes sociales.
El objetivo de este tipo de turista no solo es sentarse a la mesa a comer. En general, está interesado en conocer desde dentro un tipo de gastronomía, con experiencias culinarias que permitan el conocimiento de todo el proceso desde que el producto nace hasta que llega al plato. Suelen ser actividades de coste elevado, así que estamos ante un cliente de alto poder adquisitivo.
Conscientes de ello, los hoteles crean sus propias propuestas gastronómicas, a veces apostando por chefs de renombre internacional para reforzar la calidad de sus restaurantes. Es el caso de David Muñoz al frente de Diverxo en el hotel NH Collection Eurobuildind de Madrid. Tampoco las aerolíneas se quisieron quedar atrás y ya hace tiempo que ofrecen servicios gastronómicos en clase business.
Otros de los protagonistas del boom culinario actual son los foodies, que podrían definirse como “una clase particular de aficionados a la comida y a la bebida”. El término inglés foodie, cuya traducción más informal al castellano sería algo así como “cocinillas”, fue creado en 1984 por tres aficionados a la gastronomía en su “Manual Oficial para Foodies”.
No hay que confundirlo con el término gourmet: la diferencia es que los foodies son amateurs, amantes de la buena mesa y tienen ganas de aprender sobre comidas, su preparación y su consumo. Los gourmets tendrían un gusto más refinado y suelen ser más profesionales o incluso pertenecen al sector. La demanda y el interés de los foodies se canalizan activamente a través de Internet y también de concursos, libros, artículos y secciones en periódicos y revistas, tiendas especializadas y mercadillos temáticos.
El turismo gastronómico es todavía un negocio emergente, pero todo apunta a que en los próximos años se seguirá intensificando la relación entre gastronomía y viajes con fórmulas cada vez más creativas.
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