POR RAFAEL ISÚN*
El ser humano tiene una tendencia natural a buscar su “zona de confort” en todos los ámbitos de su vida. A nadie (o a casi nadie) le gusta estar en una montaña rusa emocional con cambios constantes en su entorno, ya sean éstos personales o profesionales. Por ello, una vez encontradas dichas zonas –sobrevenidas o impuestas- adaptamos los hábitos que nos hacen sentir cómodos a nuestro proceder habitual y los fijamos con “cola de impacto” a nuestras vidas.
Este proceder, insisto, es muy humano y por tanto no debe sorprendernos ni angustiarnos. De hecho, está científicamente demostrado que las personas necesitan tener referencias constantes y automatizar procesos que les permitan afrontar el día a día con naturalidad, incluso para estar así preparadas ante las contingencias inesperadas. Hasta aquí todo bien. Pero, ¿qué pasa cuando esto se aplica al mundo de la empresa? O debería decir: ¿Qué consecuencias tiene este comportamiento en la empresa? Porque pasar les pasa a muchas. Pues que se convierten en lo que he venido a denominar “empresas hámster”.
Visualicemos el concepto: un pequeño ratoncillo sin cola, dando vueltas con una rapidez (y una precisión) endiablada en una rueda durante horas… sin avanzar un ápice. ¿Se identifican con esta imagen? Yo sí. Me ha pasado en varias ocasiones a lo largo de mi vida profesional y personal. El estar muy ocupado con el día a día y preocuparme poco, o no demasiado en el mejor de los casos, por el mañana.
Es cierto que uno acaba siendo un virtuoso en el noble arte de hacer girar la rueda y adquiere una musculatura y una flexibilidad formidables en las extremidades (experiencia en la performance de los procesos habituales). Pero cuando la rueda se rompe, se deteriora o nos la quitan, nos quedamos absolutamente desconcertados sin saber qué hacer, porque ése era el único objetivo (o eso nos creíamos): hacer girar la rueda de nuestro negocio repitiendo una y mil veces los mismos procesos sin salir de nuestra zona de confort, salvo en algunas ocasiones por motivos de supervivencia.
Ésta ha sido una de las causas de que muchas empresas hayan desaparecido durante la severa crisis de los últimos años. Por el contrario, las que se bajaron en algún momento de la rueda, aunque fuera sólo para recapacitar un momento y ver hacia dónde se dirigían, han logrado reenfocar su actividad ya sea diversificándola, cambiando los procesos, explorando nuevos mercados, impartiendo formación a sus equipos, explorando las posibilidades de las TIC’s… En definitiva: han podido hacer el ejercicio de pararse, respirar y asomarse por encima del muro/jaula a ver qué pasaba más allá.
CONTINUARÁ…
*Rafael Isún es Director General en Travel Partners, Socio fundador de Verum Hotel Development y Profesor Asociado en EADA Business School.
Juan (Grupo Viajabien)
octubre 2, 2015 at 1:15 pm
Muy bueno, Rafael. Lo comparto con mi equipo de ventas. Hay que estar atentos y observar lo que el mercado reclama en ese momento. Somos costumbristas y por inercia nos volvemos mil veces acostumbrados. Sólo aquél despierto, susceptible de asombrarse, y aprender de los errores, permanece. O cambias o caducas.
Rafael Isún
octubre 5, 2015 at 11:13 am
Muchas gracias Juan. Espero que las dos siguientes entregas también te gusten. Un abrazo