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¿La felicidad tiene edad?

Sí. Y probablemente es la que menos nos esperamos. Cuando somos pequeños deseamos ser mayores porque asociamos la libertad que caracteriza a los adultos con la felicidad. Pero a medida que vamos creciendo, echamos de menos ser pequeños porque creemos que la auténtica felicidad es la de no tener responsabilidades. Basándonos en esto, parece ser que nosotros mismos no nos ponemos de acuerdo para establecer una edad en la que somos más felices. No obstante, la ciencia sí lo tiene claro.

Si hiciéramos un gráfico sobre la felicidad a lo largo de nuestras vidas adultas (entre los 20 y 70 años), el resultado sería una curva en forma de U, siendo los 23 y los 69 la edad en la que somos más felices, especialmente esta última.

 ¿Y eso por qué? Vivimos en una sociedad donde se mitifica la juventud y, de acuerdo con la escritora Sudan Sontag, “el miedo a envejecer nace de la sensación de emplear mal el presente, de no vivir la vida que se desea”. Las edades más jóvenes siempre tienden a compararse pensando que “antes estaban mejor”.

Por suerte, la edad va modificando la percepción de la felicidad y con los años cambiamos de enfoque vital. Ganamos en autocontrol, autoconocimiento, sabiduría vital, realismo y gestión emocional, lo que se traduce a una mayor tolerancia de las emociones negativas, a la frustración. A medida que nos damos cuenta que la vida se empieza a reducir, reordenamos nuestras prioridades. Básicamente, se aspira a mantener lo bueno que ya se tiene y nos marcamos unas metas y logros más accesibles. Se hace un balance de lo vivido, se enfoca lo positivo y se magnifica. Esto es lo que se conoce como “Selectividad Socioemocional” de Laura Carsten.

Igone Exterbarria, doctora en Psicología y profesora en la Universidad del País Vasco, afirma que más allá de los 65 años aumenta el bienestar subjetivo. Entendemos como “bienestar subjetivo” la evaluación que hacemos de nuestra propia vida de acuerdo con nuestros estándares y nuestro estado de ánimo. Por lo tanto, cuando evaluamos nuestra vida de forma positiva y nos sentimos satisfechos, hablamos de bienestar subjetivo alto, o lo que es lo mismo, felicidad. Tal y como Extxebarria dice, “el positivismo de la vejez es un es un cambio de actitud que en lugar de frustración provoca aceptación.

Y es que la gran mayoría de nosotros tenemos una imagen de la tercera edad que no corresponde a cómo se vive realmente. Partimos de la premisa de que envejecer es sinónimo de negatividad porque perdemos capacidades, pero no tenemos en cuenta que es en esta edad donde hay más satisfacción vital, se valora más la vida y se tiene más fortaleza para afrontar estas pérdidas. Las personas mayores suelen sentirse subjetivamente más jóvenes de lo que son.

Según los habitantes de Okinawa, la isla de Japón con mayor índice de centenarios del mundo, lo más esencial para poder ser feliz es mantener un propósito de vida, lo que ellos llaman “ikigai”.

Pero amigos, lo veremos en nuestro siguiente post 😉

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