A principios del siglo XIX, Ludwig Feuerbach, filósofo y antropólogo alemán, escribió “Somos lo que comemos”. Su teoría revolucionó el mundo de la cocina y unió para siempre salud y alimentación. Feuerbach argumentaba que los alimentos que ingerimos se convierten en sangre y esa sangre rige nuestro corazón y nuestro cerebro, los dos motores de nuestra vida, donde se fabrican nuestros pensamientos y nuestras emociones.
Desde entonces, muchos científicos han estudiado la relación entre salud y alimentación y todos han estado de acuerdo en que están intrínsecamente unidas. Pero no sólo se trata de alimentarnos bien, de elegir alimentos de calidad y desterrar en lo posible los ultraprocesados. Pensar en lo que estamos comiendo, guardar un espacio y un tiempo especial para hacerlo, disfrutar cada bocado sabiendo lo que comemos es esencial para nuestra salud física y mental.
No tenemos suerte los habitantes de este siglo. Las prisas en nuestro mundo se supone que civilizado nos han hecho desconectarnos de uno de los mejores momentos del día. Comemos andando, los niños desayunan en el metro, los ejecutivos frente al ordenador… Cenamos frente al televisor o llevamos una manzana para comerla al salir del gimnasio. Mientras, otras civilizaciones se supone que menos avanzadas continúan con un rito que nunca deberíamos perder. Juntos se sientan alrededor de una mesa, comparten sus anécdotas, disfrutan de lo que se ha cocinado, dan gracias por los alimentos y no están dispuestos a sacrificar ni un minuto de este rito ancestral. La alimentación consciente vuelve sus ojos a este modelo en el que los niños aprenden de los mayores, los mayores cuidan a sus padres de avanzada edad y todos disfrutan juntos alrededor del menú diario.
El ‘mindful eating’ es sólo eso. Ni más, ni menos. Disfrutar de cada segundo: del olor de la comida, del sonido mientras se cocina, de sus colores, de la conversación alrededor de la mesa… Es pensar mientras comemos en el camino que esa materia prima ha recorrido hasta llegar a nuestra mesa. Agradecer esos alimentos a la naturaleza, volver a las recetas que extraen los máximos sabores y disfrutar de esos platos, a poder ser en compañía.
Los 8 hábitos del ‘mindful eating’
- Debemos honrar la comida Antes de empezar pensaremos en dónde se cultivaron los alimentos que vamos a disfrutar, de dónde viene la carne o el pescado, el camino que recorrieron esos alimentos hasta nuestra mesa y en quién los ha preparado. El tiempo invertido, el fuego, el cariño, los aderezos… Todo es importante. Pero por encima de todo, el agradecimiento es un paso esencial para una alimentación consciente.
- Todos los sentidos son importantes La vista, el olfato y el gusto están claros, pero el tacto y el oído también deben involucrarse en esta alimentación. Antes de ingerir los alimentos debemos disfrutar de sus colores, de la rugosidad o suavidad de los mismos, de los aromas y la temperatura a la que los vamos a consumir. Cerrar los ojos, en ocasiones, nos ayudará a disfrutar un paso más allá de esta alimentación más profunda y beneficiosa.
- Pequeñas porciones de alimentos de calidad Según el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades norteamericano, desde 1950 hasta hoy el peso medio de una hamburguesa se ha incrementado un 223%, el tamaño de los “refrescos” un 500% y una “ración de chocolate” (una chocolatina) se ha visto incrementada en un 1.233%. Reducir las raciones y apostar por alimentos de calidad es esencial en una alimentación consciente.
- Pequeños mordiscos bien saboreados Al igual que las porciones, debemos acostumbrarnos a ingerir pequeñas cantidades de comida cada vez y masticarlas lentamente, muchas veces. El famosos “mastica bien” de todas las madres del mundo contenía más sabiduría de lo que ellas pensaban.
- Comer y sólo comer No leemos el periódico al desayunar, ni repasamos nuestra presentación. No estudiamos ni examinamos el correo o Instagram. Sólo comemos. Nada más. El pensamiento debe estar centrado en lo importante: el color, el olor, el sabor, la forma e incluso la textura de los alimentos. Como si nunca antes los hubiésemos probado. Cómo si fuese una cata ciega.
- Despacito, muy despacito Si queremos evitar los excesos, además de pequeñas raciones y pequeños mordiscos, deberemos alargar los tiempos. No hay prisa o no debe haberla. Evitaremos comer más de la cuenta y volveremos a las raciones que nuestro cuerpo necesita. Ni un gramo más. La alimentación consciente no busca ayudarnos a adelgazar, pero sin duda lo hará con el tiempo. Debemos comer despacio para evitar los excesos y en poco tiempo nuestro cuerpo se habrá acostumbrado y necesitará muchas menos calorías que antes.
- No nos saltaremos ni una comida. No hace falta hacer 6 o 7 comidas al día como muchos proponen. Con desayuno comida y cena, en horarios razonables, será suficiente. Picar entre horas no es aconsejable, pero si lo hacemos, también conscientemente. Disfrutando cada bocado sin mala conciencia ni arrepentimiento. Sólo con curiosidad, con consciencia y agradecimiento. Despacio, masticando bien y utilizando todos nuestros sentidos. A ser posible sin hacer nada más que comer.
- Más y más plantas. Los productos de la tierra son nuestro grandes aliados. La naturaleza es generosa con nosotros y debemos aprovecharlo. Nuestra dieta debe estar basada fundamentalmente en cereales, legumbres, plantas, tubérculos, setas, frutas y verduras… Nuestra salud, pero sobre todo nuestro planeta, nos lo agradecerán.