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Ha llegado la hora de resocializar [y disfrutar de ello]

Las empresas recuperan la ‘presencialidad’ porque su éxito depende de sus personas

¿Alguien cree que todo ha vuelto a ser igual que antes de 2020? Pues ese alguien está muy equivocado. Todo ha cambiado y nuestras relaciones sociales se han resentido. Y mucho. Intentamos seguir adelante como si nunca nos hubiéramos separado, saludado con el codo o aislado. El recuerdo de conductores solitarios con mascarilla se está desdibujando, pero ahí sigue. Imborrable. Creemos haberlo superado, pero es difícil volver a ser quienes éramos.

Los científicos han descubierto que las personas con redes sociales más pequeñas han sufrido más en la pandemia. Volver a la normalidad está siendo más complejo para ellas. Mientras, esas personas con redes de contactos grandes, familiares, profesionales o de amistad, se están recuperando con mayor facilidad. La respuesta está en ​​la amígdala, ese pequeño núcleo que rige nuestro cerebro. Ella es la culpable de las reacciones emocionales básicas para nuestra supervivencia. Es la amígdala la que recibe señales de peligro potencial y desarrolla reacciones de protección. Juntos, con otros, nos sentimos más protegidos y seguros.

Pero el aislamiento prolongado también ha afectado a nuestra memoria y a nuestro recuerdo verbal. Somos seres sociales y necesitamos interacción para mantener nuestro cerebro vivo, en marcha, saludable. Durante la pandemia nuestras relaciones se redujeron considerablemente: la familia fue nuestro refugio y tabla de salvación, pero los patrones de conversación eran muy primarios.

Vínculos poderosos

El Instituto Nacional de Salud Mental de EE.UU. definió perfectamente el sentimiento postpandemia: «Todos y cada uno de nosotros ahora somos socialmente incómodos«. Deshacernos de esa incomodidad nos llevará años.

Está de acuerdo Daniela Rivera, bióloga de la Universidad Mayor en Santiago de Chile, quien cree que los cambios físicos de nuestro cerebro tardarán en revertir. “La función de la memoria puede verse afectada durante años después de períodos de aislamiento social y con ello, nuestra capacidad para conectarnos fácilmente con otros”, explica.

Y aquí es donde entra en juego la resiliencia. Esa habilidad que el ser humano incorpora de fábrica y que nos ha permitido resistir e incluso, mejorar. Pero ahora ha llegado la hora de volver a lo que éramos. Necesitamos relaciones afectivas, conversaciones, apretones de manos, trabajo cara a cara… El ser humano demanda contacto y lo demanda con tacto. Pero además entra en juego el compromiso, íntimamente unido a la presencia física. ¿Puede haber compromiso virtual? Desde luego que sí, pero es diferente. Está demostrado que los vínculos que se establecen son más profundos cuando nos comunicamos presencialmente. La confianza fluye más rápido y firme que online. Para eso eran las comidas de negocios, el café con los clientes o el desayuno de los viernes.

Las ventajas del face-to-face

  • Más amenas, más comprometidas

Ya hemos mencionado el mayor compromiso al que hay que sumar una mayor implicación para agradar y hacerse entender. Las indicaciones son mucho más claras en vivo. El lenguaje no verbal nos brinda pistas sobre cómo están recibiendo nuestro clientes o socios nuestras iniciativas. Es fácil cambiar de registro, matizar afirmaciones o reenganchar a los que se están despistando.

  • Menos fallos y más capacidad de improvisación

Aunque hay excepciones, es más fácil emocionar a nuestros compañeros de reunión en el poderoso cara a cara. Centrar su atención, utilizar diferentes tonos y registros con rapidez es relativamente sencillo. Nada peor que un fallo tecnológico en medio de una presentación, un apagón digital, un fallo de la wifi y ese largo etcétera de pequeñas calamidades a las que casi nos hemos acostumbrado. El papel no falla y generalmente nuestros dispositivos tampoco.

  • Comodidad y creatividad al servicio de las ideas

El dominio de la tecnología se da por hecho, pero aún el ser humano no ha conseguido la comodidad que se respira en las reuniones tradicionales. El intercambio de saludos nos permite conocer mejor a las personas y su momento vital. Por ello, discutir ideas y puntos de vista resulta más fluido. Las pizarras, las presentaciones en papel repartidas entre los interlocutores, los folletos y las tarjetas hablan mucho de nuestros negocios. Ser creativo e innovador es una obligación.

  • El valor de lo trivial

La charla antes y después de la reunión nos ofrece mucha información sobre nuestros compañeros, socios o clientes. Esos minutos preguntando por la familia, el golf, la casa nueva en el campo o las próximas vacaciones son muy valiosos. Principalmente, le estamos demostrando que nos importa y ese sentimiento es muy poderoso en los negocios. Los intereses comunes fortalecen vínculos y ayudan a que fluya el trabajo con mayor facilidad y bienestar.

  • Los temas espinosos

Es complicado tratar asuntos delicados en videoconferencia. Se puede hacer, claro, pero los resultados no suelen ser muy fructíferos. Es difícil exponer las dificultades con las que nos encontramos a través de una pantalla. Además, resulta incluso descortés llamar la atención digitalmente. Ciertas conversaciones requieren distancias cortas, amabilidad en el trato, personalización y comprensión que no tienen espacio en Teams o Meet.

¡Nos vemos pronto!

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