A lo largo de la historia de la humanidad, la creatividad ha sido siempre el motor de la evolución y el desarrollo humano. Ya en el Paleolítico, la fusión del ingenio y la creatividad dio lugar al arco y la flecha, que no solo permitieron al humano sobrevivir sino avanzar en su evolución como especie. De la misma manera, la creatividad, aunque con una forma de expresión distinta, estaba ya presente en las ciudades antiguas como Atenas en la época de Sócrates, donde avivaba la economía y la cultura, entre otras muchas disciplinas.
A principios de los años 2000, el autor y experto estadounidense en geografía y crecimiento económico Richard Florida propuso un concepto que removió la economía: la clase creativa. La definió como la clase socioeconómica identificada como la fuerza que impulsó el desarrollo y crecimiento económico de las ciudades postindustriales en los Estados Unidos. Richard Florida acotó esta “nueva” clase a todas aquellas personas cuyo trabajo se basa en la creación de nuevas ideas, nuevas tecnologías y contenido creativo. En otras palabras, para Richard son de la clase creativa todas aquellas profesiones que representaban un cambio importante lejos de las economías tradicionales (agricultura, la industria, etc.). Algunos ejemplos de esta clase creativa son ingenieros, científicos, profesores universitarios, poetas, arquitectos, y también personas especializadas en diseño, educación, arte, música y entretenimiento.
Esta clase creativa, más allá de diferenciarse por la propia esencia de su trabajo, también cuenta con la libertad e independencia suficiente para establecer sus propios horarios y determinar sus códigos de vestimenta en el trabajo, alejado de los protocolos tradicionales.
Con el paso del tiempo el crecimiento de este tipo de clase creativa dio lugar al concepto de ciudades creativas. Y… ¿qué son entonces, estas ciudades?
Pues tal y como el propio nombre nos indica, las ciudades creativas son aquellas que tienen como motor económico la creatividad humana, la encargada de dinamizar las transformaciones urbanas. En otras palabras, en las ciudades creativas se le resta importancia al capital y a los recursos naturales y se le da mayor relevancia al capital humano. De hecho, el mismo autor Richard Florida afirma que la creatividad se podría considerar el recurso económico definitivo. No obstante, de la misma manera que Florida defiende este concepto y cree firmemente en él, hay quienes no lo comparten y afirman que esta perspectiva acaba o acabará generando políticas urbanas que fomentarán la desigualdad social.
Sea como sea, es evidente que en el mundo en el vivimos hoy la creatividad impulsa y mueve muchas profesiones e ideas que nos hacen evolucionar. Tal es así que en el año 2004, la UNESCO creó la Red de Ciudades Creativas para promover la cooperación hacia y entre las ciudades que identificaran la creatividad como factor estratégico de desarrollo urbano. Hoy en día, esta red la forman un total de 180 ciudades que trabajan juntas para posicionar la creatividad y las industrias culturales en el centro de su plan de desarrollo.
Pero, más allá de la creatividad, ¿cuáles son las claves del desarrollo económico de estas ciudades creativas? Son 3 y todas ellas empiezan por la “T”. Las conoceremos en el próximo post 😉