En breve dejaremos de escribir sobre turismo sostenible porque no habrá otra forma de entender el sector. Por nuestro bien, por el del sector y por el del planeta.
La Organización Mundial del Turismo (OMT) lo define como aquel que “persigue desarrollar su actividad generando un impacto mínimo sobre el medio ambiente”. La clave reside en qué consideramos impacto mínimo, algo que también se ha definido perfectamente: “Una explotación de los recursos que esté por debajo de la renovación de los mismos”. Que la vida siga tras nuestros pasos y que siga como siempre, sin cambios en las comunidades que visitamos, en su ecosistema o en la cultura local. A todo ello hay que añadir un condimento más: generar empleo como fuente de ingresos entre la población autóctona.
Si echamos la vista atrás, hasta los años 90 no escuchamos hablar de un turismo que respete la naturaleza. La conciencia sobre los problemas medioambientales ha ido creciendo al mismo ritmo que el esfuerzo de diversas instituciones. Desde la Organización de las Naciones Unidas al Consejo de Europa, pasando por los grandes defensores del medio ambiente. El clamor es unánime: a este ritmo no podemos seguir.
Comienza así una nueva e imparable etapa con el foco puesto en el medio ambiente, en el crecimiento inteligente y en el respeto a las comunidades locales. Todos queremos dejar atrás el impacto de un turismo desestructurado y apostar por la sostenibilidad, reduciendo la huella de carbono. Todos sabemos que ese es el camino.
El reto es lograr un sector más próspero, justo e inclusivo, en armonía con la naturaleza y las comunidades anfitrionas. Parece sencillo, pero los cambios para lograr este difícil equilibrio son complejos.
La satisfacción del turista en el centro
Tal y como refleja la “Estrategia de Sostenibilidad Turística en Destino”, “los principios de sostenibilidad se refieren a los aspectos medioambiental, socioeconómico y territorial del desarrollo turístico, habiéndose de establecer un equilibrio adecuado entre esas tres dimensiones para garantizar su sostenibilidad a largo plazo”. En este documento se pone el foco en cuatro elementos para convertir un destino en sostenible: el primero, situar la sostenibilidad como eje vertebrador. El segundo aboga por un seguimiento constante de la dimensión medioambiental, socioeconómica y territorial, para introducir las medidas preventivas o correctivas necesarias. En tercer lugar, esta estrategia señala el desarrollo armonioso en todo el territorio y en cuarto lugar -y como elemento más importante- señala la búsqueda de un “alto grado de satisfacción de los turistas”.
El tema es urgente. Estamos a tiempo de revertir la emergencia climática y para ello, muchos países se han comprometido a tomar medidas urgentes. La Declaración de Glasgow es una prueba clara de esta voluntad. ¿Su objetivo? “Unir a todos los agentes para transformar el turismo y hacer que contribuya de manera efectiva a la acción por el clima”. Centrando el tiro, los firmantes se comprometen a reducir a la mitad las emisiones para 2030, alcanzar el 0 neto antes de 2050 y lograr que en el año 2100, las temperaturas no suban más de 1,5 grados sobre los niveles preindustriales.
12 objetivos para el turismo que todos queremos
En 2005 la Organización Mundial del Turismo y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente establecieron las claves para cambiar para siempre nuestra visión del sector. Hoy, con todo lo que hemos pasado, siguen más vigentes que nunca.
- Objetivo económico: Se trata de orientar nuestras actividades de forma que no sólo se asegure su viabilidad económica, sino también la prosperidad y los beneficios a largo plazo.
- Prosperidad local: Apostar claramente por la contribución del turismo a la prosperidad económica del destino anfitrión.
- Calidad del empleo: Los puestos de trabajo creados por el sector son esenciales, pero no vale todo. Calidad y cantidad deben ir unidas, evitando asimismo cualquier tipo de discriminación.
- Equidad social: La riqueza debe ser distribuida de forma justa en las comunidades receptoras.
- Satisfacción del visitante: La experiencia del viajero debe ser segura y aportar felicidad y bienestar a todas las personas que decidan viajar.
- Control local: La población local debe protagonizar las decisiones que afecten a la zona en la que habitan, así como al desarrollo futuro del turismo en ‘su’ zona.
- Bienestar de la comunidad: Mejorar la calidad de vida de los lugares anfitriones es esencial. Para ello es necesario proporcionarles recursos, infraestructuras o servicios, sin degradar ni explotar el ecosistema ni la sociedad.
- Riqueza cultural: Respetar y mejorar el patrimonio histórico y su carácter distintivo es fundamental.
- Integridad del ecosistema: Evitar la degradación del entorno natural es clave, tanto en núcleos urbanos como en zonas naturales.
- Diversidad biológica: Apoyar la conservación de las áreas naturales y minimizar su impacto es importante para el turismo sostenible.
- Eficiencia de los recursos: Todos debemos aprender a minimizar al máximo el uso de recursos escasos no renovables.
- Pureza ambiental: La clave reside en reducir los residuos, así como la contaminación tanto en aire, agua y tierra.
Y recuerda…
Si no somos nosotros ¿quién? y si no es ahora ¿cuándo?