Seguro que en los últimos tiempos has oído hablar mucho de la Psicología Positiva. Y es que esta, es una rama de la psicología que se preocupa de la felicidad, favoreciendo las fortalezas y virtudes del carácter uno mismo, como son el optimismo, la alegría, la inspiración, la motivación y el sentido de humor.
Ya en los años 90 (del pasado siglo) Martin Seligman fue uno de los pioneros en usar este término. Él mismo señalaba algo que a su parecer consideraba importante: la psicología necesitaba dar un nuevo paso, era necesario estudiar desde un punto de vista científico todo aquello que hace feliz al ser humano, para así poder ayudar a las personas a construir una realidad más satisfactoria.
Las últimas investigaciones en Psicología Positiva han demostrado que cuando ponemos el foco en nuestras fortalezas tenemos más energía, obtenemos mejores resultados, somos más creativos, nuestro rendimiento aumenta, tomamos mejores decisiones, y así podríamos citar un sinfín de efectos positivos que han demostrado este cambio de enfoque.
Y es que lo más destacado de la Psicología Positiva es que decide, de forma deliberada, poner su punto de atención en lo que sí tiene la persona, en lo que está haciendo bien.
Si trasladamos esto al ámbito laboral, veremos que la Psicología Positiva no solo reduce el ausentismo, sino que se asocia a la mejora de un aumento en la productividad así como una mayor implicación de los trabajadores con sus rutinas laborales, y a un aumento en la identificación de los empleados con la empresa.
Llegados a este punto, ¿qué podemos hacer en el día a día de nuestra empresa?
Agradece a tus colaboradores su labor con frases positivas. Es una manera sencilla de motivar a los miembros del equipo a seguir haciendo sus tareas de forma correcta. Y es que sin duda el lenguaje positivo nos da para otro post.
Planteamiento de un problema. Para buscar una solución, primero tendremos que conocer cuál es el problema. Parece fácil, pero para localizar la verdadera raíz del conflicto es importante diferenciar qué pugnas son el origen y cuáles se han ido creando alrededor como consecuencia de éste (como malentendidos, diferentes puntos de vista…), a través de un planteamiento abordado entre todas las partes implicadas.
Visualiza el resultado esperado. Usemos nuestra imaginación para visualizar la consecución de nuestro objetivo, del mismo modo que un futbolista visualiza la pelota dentro de la portería antes de tirar un penalti. Se trata de centrarnos en cuál sería la situación deseada y crear mentalmente el procedimiento para llevarla a cabo. Además de ayudarnos a lograr la resolución del conflicto, este mecanismo nos ayudará a iniciar la gestión del problema desde una actitud positiva.
Haz seguimiento. No comiences con todas las buenas intenciones y luego te olvides de cómo están yendo las cosas. Es bueno hacer un seguimiento semanal, mensual… de cómo van las cosas, si algo mejora, si algo falla, etc.
Actitud empática. Debemos esforzarnos por escuchar activamente y comprender las razones y argumentos de los implicados en la controversia. Como parte de ese comportamiento empático, una recomendación es ver el problema desde el punto de vista de la otra persona. Es muy probable que nuestra perspectiva cambie.
Mantenimiento de la imparcialidad. Se espera de los responsables del equipo, que sean objetivos frente al problema y no afronten una negociación decantándose hacia la persona más afín. Una buena táctica de psicología activa para la gestión de conflictos pasa por el respeto, la cooperación de todos y la evitación de ataques personales.
Mindfulness. Lo sabemos, parece un término de moda, pero su práctica entre los empleados ayudará a que dejen a un lado su estrés y pensamientos negativos. Puedes reservar un día y contratar a un instructor para que los guíe en su práctica o regalar un bono a alguna de las actuales APP que hay el mercado.
Y tú, ¿sigues ya alguna de estas prácticas en tu empresa?
“La felicidad depende de nosotros mismos”. Aristóteles