Nos encontramos en un momento en que todo va a gran velocidad, en que constantemente estamos corriendo para poder llegar a todo lo que teníamos planeado. Incluso estando de vacaciones no conseguimos desconectar.
En los últimos tiempos ha surgido la nueva tendencia conocida como “slow traveler” (viajero sin prisa), aquel viajero que prefiere saborear de las horas y los minutos en lugar de contarlos. Ya no quieren visitar el máximo posible en un tiempo récord, ahora quieren participar plenamente en la comunicación local e integrarse en el destino que están visitando.
“Vivir sin prisa, disfrutando de los pequeños placeres de la vida”
El movimiento “slow” surgió durante los años 80 en Italia, cuando los ciudadanos reivindicaban el exceso de comida rápida, con el objetivo de recuperar las tradiciones. A raíz de este movimiento, surgieron los “slow travelers”, una alternativa a ese turismo acelerado.
Los viajeros “slow” se toman el tiempo necesario para acercarse a la cultura, a su realidad, a sentir el destino desde dentro, a relajarse y a tomárselo con calma.
Esta tipología de trotamundo defiende el turismo responsable, enfrentándose a los impactos negativos de la actividad turista e intentan provocar el menor impacto ecológico posible. En muchas ocasiones se mueven por la zona a pie o en bicicleta, eso les permite tener la oportunidad de conocer los lugares más auténticos de la ciudad.
En cuanto a los alojamientos, no quieren grandes complejos hoteleros, prefieren pequeños establecimientos con autenticidad o casas rurales donde puedan conocer y sumergirse en la vida local. Además, si pueden escoger, la gran mayoría optan por no disponer de “wifi” para desconectar de su rutina y poder disfrutar del viaje en todo su esplendor.
Estos viajeros alternativos que quieren olvidarse del reloj, prefieren explorar una sola ciudad, que visitar cuatro sin poder parar a saborear los momentos. Tienen un espíritu inquieto y una gran capacidad de asombro.
Ellos mismos se preguntan ¿De qué sirve la vida si no la disfrutamos? “Improvisemos, dejémonos llevar por nuestros instintos, hagamos cosas que nunca pensamos que haríamos. La vida está llena de sorpresas pero solo podremos descubrirlas si vamos a paso lento. El objetivo no es solo disfrutar del lugar en cuestión, sino también de sumergirse plenamente en él”.
Para no tener prisa durante el viaje es necesario que elijamos un destino acorde con el número de días que disponemos. De esta forma, podemos planificar algunos objetivos no estrictos pero con improvisación según lo que suceda durante el día.
Los viajeros que siguen esta filosofía, afirman que en cada uno de sus viajes se enriquecen de diferentes experiencias. Estas, les permiten desconectar completamente de su día a día y aprender siempre algo nuevo.
¿Te atreves adentrarte a las culturas locales y vivir las experiencias del viaje saboreando cada minuto?